El sábado antepasado, mientras rezábamos frente al centro de abortos en el 4820 de la calle San Jacinto, las cosas sucedieron como ocurren normalmente allí. Los estacionamientos estaban llenos de madres embarazadas. Debido a ello, varias mamás tuvieron que caminar hacia el edificio de abortos hasta 2 cuadras, lo que nos dio más tiempo para intentar comunicarnos con ellas. Pero los resultados fueron los mismos. Todos esos bebés que fueron a ser abortados ese día, de hecho lo fueron. Siempre existe la oportunidad de que una madre no vuelva para abortar a su bebé el lunes siguiente, gracias a nuestra presencia y oraciones. Me refiero a las madres que estaban allí para la primera consulta o visita, para luego regresar a una segunda visita en la cual se le practica el aborto. Tal vez, cerca de la mitad de las madres que estaban allí era para la segunda cita, es decir, para abortar al bebé, mientras que la otra mitad estaban allí para la primera visita. Era evidente para mí que, cada una de las mamás allí presentes, para su segunda visita, abortaron a sus bebés, uno por uno. No hubo ninguna esperanza para ellos, solo nuestras oraciones.
Mientras una pareja abandonaba el edificio, tuve la breve oportunidad de hablar con ellos gracias a que el tren del centro de la ciudad cada vez que pasa, detiene el tráfico durante unos 2 minutos. Lo primero que noté fue un rosario que colgaba de su espejo retrovisor. La mujer se veía que estaba sufriendo. No estoy seguro si era por la incisión del aborto o al factor emocional, el trauma del evento, o ambos. El joven afro-americano parecía transpirar, con los ojos muy abiertos mientras me escuchaba. Su mirada preocupada. Yo sabía que tendría que ser rápido y breve con ellos porque estaban esperando que pasara el tren en una intersección. Además, los empleados del edificio de abortos están afuera, apurando a las parejas para salir rápidamente del estacionamiento luego de los abortos, para evitar así que nos comuniquemos con ellos. La mitad de las mujeres que abortan a sus hijos, se han realizado abortos en el pasado. Repetida y amablemente les dije que pidieran a nuestro Señor perdón porque sus manos están siempre abiertas para nosotros. Por supuesto, es nuestro deseo hablar con las parejas más a fondo y con mas detalles. Queremos hablarles del sacramento de la reconciliación y también del síndrome post-aborto. Hacemos lo mejor posible con el poco tiempo que tenemos. Hablamos con las parejas o madres brevemente, no porque estamos apurados, sino porque son ellos los que están por salir del asunto lo más pronto posible. Cuando estamos hablando con una mamá, nos concentrarnos en ella y en darle toda la atención y tiempo que ella nos pueda ofrecer, como si fuera ella la única que va a abortar a su bebé ese día. Por esta razón es tan importante tener más personas dispuestas a intentar comunicarse con las madres que van a ingresar al centro, en el caso de que otros voluntarios estén conversando con otras madres. Hispanics of Texas for Life / Hispanos de Texas por la Vida
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